CAPÍTULO LXVI
Todo cambia con el tiempo, las personas, las costumbres,
la naturaleza, hasta los ríos cambian su curso, por ejemplo el TAJO, ese largo
río que atravesaba valles y cañadas, serpenteando hondos barrancos y vaguadas,
señor de profundos panoramas montañosos de los que gozaba a su paso hacia la
muerte en su desembocadura en el Océano Atlántico.- Ahora hay Ríos que se extinguen en los campos
de gol o en las colmenas de rufianes y mastodónticos colosos de cemento.- Esos ríos en los que lavaban las cebolludas
labradoras o se peinaban las ninfas.-
Ese largo y viejo Tajo ahora camina con aguas del
Jarama.- En las montañas de Cuenca, y
sierras de Albarracín, nacen entre lirios y maleza el Tajo, el Guadiela, el
Gabriel, el Júcar y diversas fuentes que
forman arroyos más o menos caudalosos y van a desembocar y alimentar el caudal
de los ríos, donde corretean los linces y vuelan entre tanta fauna las garzas,
cigüeñas y alimoches.- Donde las nutrias
y las truchas viven y se reproducen de acuerdo con la naturaleza.-
Los grandes ríos de las furibundas riadas y sonadas
hazañas se van secando y los que más
ensuciando.- Nacen cristalinos e impetuosos e imprescindibles; unos tomaban
hacia Portugal y otros hacia Valencia, pasando por barrancos, llanuras, caminos
y ventorros, molinos y por acantilados.- En su curso regaban choperas y grandes
superficies donde florecían abundantes árboles frutales hortalizas y verduras.-
Donde bebían ganados en caseríos, cortijos y pueblos y todos
los seres vivos a su paso.- Ahora, por donde
pasan los envenenan, ensucian de abundante mierda y matan la fauna que crecía y
se reproducía antaño en sus cristalinas aguas.- Algunos, como el Tajo los cambian de rumbo, ya
que la naturaleza decidió que sus aguas fueran al Atlántico y los políticos han
decidido que vayan al Mediterráneo.
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