CAPÍTULO CCLXXVIII
Admito tus disculpas amigo,
pero no hacían falta, porque eres para mí como un hermano, sólo que no sabía
por qué el jefe del Consejo siente cariño especial por Españolo.- Te comprendo, pero sé que lo siente por lo
mismo que yo, porque eres un gran hombre, y de eso se encuentra poco o nada.-
Hoy quiero que vayamos tú y
yo a recorrer el itinerario de la riera hasta llegar al mar.- Marci, no querrás llevarme caminando doce mil
metros.- No, iremos en lo que tú llamas
artefactos para pasear por el Desierto.-
Bueno, les llamo artefactos, porque no conozco su nombre.- Tenemos los planos, pero desconocemos el
terreno en su realidad, y lo mejor es pasearlo.-
¿Sabes que me resultas un
jefe de estos trabajos muy eficiente, Marci?.-
Claro, qué te creías que aceptaba el cargo solo por amistad?.- No, nunca lo supuse, porque sabía que eras un
hombre muy culto, inteligente, capacitado, responsable, eficaz, recto,
trabajador y el mejor subdirector que se le podía dar a Españolo.- Ya me llenaste de flores, amigo.-
Mientras hablaban viajaban
lentamente en el artefacto, por la dirección indicada por Marci camino del
mar.- Doce mil metros de riera que tenía
que construir, para que las aguas que salieran de las entrañas de las Rocosas llegaran
así al mar, cuando no fueran necesarias en el Desierto.-
Al paso que iban, Marci
tenía tiempo de tomar las notas que consideraba oportunas para realizar los
trabajos que le estaban encargados hasta llegar al mar.- Cuando llegaron al final, Marci le dio el
croquis de apuntes a Españolo para que echara un vistazo, y éste lo devolvió
porque lo estuvo viendo hacer y lo aprobaba en su totalidad del recorrido.-
Volvemos al campamento,
dijo Marci al conductor.- Españolo se
fijó en la rectificación que se estaba haciendo en las obras que llevaban de
riera.- La altura no variaba, pero se
estaba rectificando la anchura para ampliar la capacidad de volumen.- Bien por Marci, que era todo un ingeniero de
caminos, dando muestras de su capacidad técnica y logística.-
Marci comunicaba con su
amada Mar, que le retaba a echar una peleílla por teléfono, pero Marci no era
peleista y, aunque se esforzara, jamás tendría el sentido del humor de Españolo.- Amigo, habla tú con ella y le
convences.- Oye Mar, dice Españolo, no
molestes cuando estamos con las sirenas.- ¡Te mato, Marci¡
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