lunes, 30 de noviembre de 2015

MIS RECUERDOS DE LA GUERRA EN MARTE


LOS RECUERDOS DE ADOLESCENTE

 Durante la tragedia de  los enfrentamientos entre los españoles para mantener a unos políticos en el poder, a unos incompetentes para que se pongan otros, ya que todos los políticos son igual, digan en sus acusaciones de la oposición que les estorba todas las falsedades que demagógicamente quieran, quien siempre pierde son los obreros, los más pobres, los despojados de la diosa fortuna.-  Una gran masa de ellos por fanatismo y odio, sin fundamento para odiar y sin cultura para saber decidir con objetividad y distinguir la verdad de la demagogia.-  Lo he vivido y padecido.-

Durante muchos, muchísimos años padecí el infortunio de la escucha permanente  del odio infundado, del fanatismo inculto, de la equivocación humana, de las decisiones injustas, del desprecio a la sangre, a la familia, a las consecuencias derivadas del odio, sin razones que justifiquen la dictadura patriarcal.-   

Pero la herida incurable en el alma que me acostaba y me levantaba con ella, que sangraba de vez en cuando  siempre que tenía dolores en la cervical y en la espina dorsal, y eran con frecuencia; eran las secuelas que me dejó el ataque del rojo llamado ‘’el Tuerto’’, cabecilla de todo el rojerío en el pueblo, con el golpe tan seco y duro con la culata de su escopeta que me mandó al otro mundo.-  Allí me dijo mi madre y mis abuelos que estuve varios días, entre la vida, que se me escapaba a chorros, según mi abuela que lloraba como una magdalena, y la muerte que venía por mí y no podían hacer nada para espantarla.-

         Cuando por fin dijo don Félix que había enfermo, un gran médico de aquellos tiempos, que ya eran dos veces que me salvaba de las garras de de la negra y fea muerte, la primera, según me decían mis abuelos, cuando tenía dos años, y ésta última, porque murió a poco, me salvó de la muerte roja, de la tiranía fanática.- 

 Desperté de un gran sueño, del que oía hablar y llorar, pero no podía hablar ni llorar a mi vez.-  Estaba inmóvil, estático; pero flotando en una nube negra, que me llevaba donde quería.-  Mi cuerpo no tenía movimiento, ni dolores ni vida propia.-   

Cuando bajé, cuando aterricé de aquella veloz nube, abrí los ojos y solo vía imágenes borrosas que no podía reconocer.-  Poco a poco se fueron haciendo visibles reconocí a mi madre y mi abuela, nadando en un mar de lágrimas, y don Félix serio.-  El llanto de las madres es normal y no me preocupó, pero si me preocupaba que no sabía donde estaba ni qué me pasaba.-

 

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