LOS RECUERDOS DE ADOLESCENTE
Durante la tragedia de los enfrentamientos entre los españoles para
mantener a unos políticos en el poder, a unos incompetentes para que se pongan
otros, ya que todos los políticos son igual, digan en sus acusaciones de la
oposición que les estorba todas las falsedades que demagógicamente quieran,
quien siempre pierde son los obreros, los más pobres, los despojados de la
diosa fortuna.- Una gran masa de ellos
por fanatismo y odio, sin fundamento para odiar y sin cultura para saber
decidir con objetividad y distinguir la verdad de la demagogia.- Lo he vivido y padecido.-
Durante muchos,
muchísimos años padecí el infortunio de la escucha permanente del odio infundado, del fanatismo inculto, de
la equivocación humana, de las decisiones injustas, del desprecio a la sangre,
a la familia, a las consecuencias derivadas del odio, sin razones que
justifiquen la dictadura patriarcal.-
Pero la herida
incurable en el alma que me acostaba y me levantaba con ella, que sangraba de vez
en cuando siempre que tenía dolores en
la cervical y en la espina dorsal, y eran con frecuencia; eran las secuelas que
me dejó el ataque del rojo llamado ‘’el Tuerto’’, cabecilla de todo el rojerío en
el pueblo, con el golpe tan seco y duro con la culata de su escopeta que me
mandó al otro mundo.- Allí me dijo mi
madre y mis abuelos que estuve varios días, entre la vida, que se me escapaba a
chorros, según mi abuela que lloraba como una magdalena, y la muerte que venía
por mí y no podían hacer nada para espantarla.-
Cuando por fin dijo don Félix que
había enfermo, un gran médico de aquellos tiempos, que ya eran dos veces que me
salvaba de las garras de de la negra y fea muerte, la primera, según me decían
mis abuelos, cuando tenía dos años, y ésta última, porque murió a poco, me
salvó de la muerte roja, de la tiranía fanática.-
Desperté de un gran sueño, del que oía hablar
y llorar, pero no podía hablar ni llorar a mi vez.- Estaba inmóvil, estático; pero flotando en
una nube negra, que me llevaba donde quería.-
Mi cuerpo no tenía movimiento, ni dolores ni vida propia.-
Cuando bajé,
cuando aterricé de aquella veloz nube, abrí los ojos y solo vía imágenes
borrosas que no podía reconocer.- Poco a
poco se fueron haciendo visibles reconocí a mi madre y mi abuela, nadando en un
mar de lágrimas, y don Félix serio.- El llanto
de las madres es normal y no me preocupó, pero si me preocupaba que no sabía donde
estaba ni qué me pasaba.-
No hay comentarios:
Publicar un comentario