VUELTA A CASA
Pasaron
un par de semanas y una noche llegó Pío con mi padre, se fue pronto para que
celebráramos su llegada.- La alegría en
casa fue enorme, aquella noche nadie durmió, la casa estuvo llena de vecinos y
solo de madrugada nos fuimos a descansar.-
Pero era como si hubiera un muro entre mi padre y la familia, nadie
habló de la guerra, nadie quería comentarios, ni aquella noche ni después en
días sucesivos.- Solo se hablaba de los
problemas de la agricultura y de cómo nos iba todo.-
Sambombas vino a
saludarnos (Sambo) y de paso a recoger a mi padre para que se presentaran al
jefe de la policía del pueblo.- Mi
abuelo quiso bajar con ellos y yo pegado a los pantalones suyos como
siempre.- Pero solo entraron los dos
recien venidos a la comisaría, nosotros esperamos en lo de Pío a que volvieran.-
La Robles les saludó y les invitó, Pío
había ido de viaje.- La Robles le dice a
mi abuelo, al verme junto a él y no junto a mi padre; tu nieto se ha convertido
en tu lazarillo, no se retira de ti.- Mi
abuelo miró a mi padre, después a mí y se le humedecieron los ojos.- Cuando ya nos íbamos llegó un falangista con
un papel y se lo dio a mi padre, que firmó el duplicado.- Nadie le preguntó nada.-
Ya en
casa, leyó el papel y nos dijo que le daban diez días de permiso, pero que se
tenía que incorporar al Ejército nacional porque su quinta estaba en
filas.- Hubo un poco de seriedad, pero
padre dijo que en la provincia ya no había frentes de guerra y que a los
mayores como él los ponían en servicios sociales.- Se tranquilizó la familia.-
Sambo
era un año mayor y por eso no le pillaba su quinta, pero que cuando la guerra
acabara, era de los primeros que licenciaban.-
Bueno, dijo el abuelo, al menos te tenemos más cerca, y tal vez te
concedan de vez en cuando algún permiso para que vengas.- Como Pío va de vez en cuando nos tendrá
informados.- Así que nos dispusimos a
comer todos en familia, muy contentos porque ya los abuelos y mi madre tenían
otras caras más alegres
Mi
padre pidió de postre higos, pan de higos y frutas pasadas, que decía las
echaba mucho de menos.- La primera
comida en familia desde hacía casi dos años, en amor y compañía, y satisfechos
de estar todos reunidos, a pesar de todo, aunque los ojos de mi abuelo se
llenaban de lágrimas que a veces no podía sujetar.- Mi abuela, lo suyo eran los
rezos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario