domingo, 15 de noviembre de 2015

MIS RECUERDOS DE LA GUERRA EN MARTE

EL ABUELO ESTÁ ENFERMO EN CAMA

           Estuve varios días que no fui a lo de Píor, porque el abuelo estaba en la cama.-  Yo iba todas las mañanas a clase y después de comer me llevaba el ganado a la Sierra, que subía por el saltillo, muy cerca de casa.-  Por la noche se les echaba de comer y se les ponía agua.-  Cuando las dejaba apañadas me acostaba, tenía que madrugar.-  Ya había cumplido los diez años y me daba cuenta mejor de todo lo que me rodeaba,  incluidos los problemas de la guerra, que parecían tan enojosos.
          La guardia Nacional de Zakra venía de vez en cuando a la Fuenke, siempre que lo hacía es que buscaba a alguien.-  Pero ahora tenía en el pueblo un colaborador, el jefe de Falanke, que a su vez era el que mandaba  las fuerzas del orden en la Fuenke.-  En uno de esos días que vino la guardia Nacional al pueblo, vinieron a la casa el jefe de Falanke con dos compañeros y una pareja de la guardia Nacional de Zakra.-
          Querían hablar con el abuelo, pero estaba en la cama.-  La abuela dio permiso para que subieran a la cama y tuve yo que subir con ellos para que se entendieran.-  El comandante del puesto de la Guardia Nacional me dijo que no me asustara, que solo era hacerle unas preguntas al abuelo.-  El jefe de la Falanke le dijo al cabo que yo no era un niño cualquiera.-   
          El cabo de la guardia Nacional me dio un papel para que lo leyera y le transmitiera al abuelo su contenido, a fin de que contestara al aquellas preguntas.-  Todo se trataba de que diera nombres de los que nos saquearon, nos maltrataron y persiguieron al abuelo.-  Pero el abuelo se ahogaba con el asma y la tos y no podía contestar.-  Mi abuela estaba presente también.-  Solo balbució el abuelo, que lo que yo contestara era la verdad.-  La abuela asintió con la cabeza.-
             En menudo lío me estaban metiendo.-  Yo le dije al cabo de la guardia Nacional que solo conocía a uno que se llamaba el Tuerto, que a su vez hacía de jefe de los rojos en el pueblo, fue el que me pego en el cuello que aún me duele.-  No sé su nombre, lo conocía de vista, le llamaban el Tuerto porque le faltaba un ojo.-  Los que le acompañaban eran unos tíos barbudos, forasteros.-  Le conté todo lo que pasó aquel día, sin omitir nada, pero sin dar nombres.-  El cabo de la guardia Nacional y el jefe de Falanke se miraron.- Tenías razón, no es un chico cualquiera, dijo el cabo.-


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