EL ABUELO ESTÁ ENFERMO
EN CAMA
Estuve varios días que no fui a lo
de Píor, porque el abuelo estaba en la cama.-
Yo iba todas las mañanas a clase y después de comer me llevaba el ganado
a la Sierra, que subía por el saltillo, muy cerca de casa.- Por la noche se les echaba de comer y se les
ponía agua.- Cuando las dejaba apañadas
me acostaba, tenía que madrugar.- Ya
había cumplido los diez años y me daba cuenta mejor de todo lo que me rodeaba, incluidos los problemas de la guerra, que parecían
tan enojosos.
La guardia Nacional de Zakra venía de vez en
cuando a la Fuenke, siempre que lo hacía es que buscaba a alguien.- Pero ahora tenía en el pueblo un colaborador,
el jefe de Falanke, que a su vez era el que mandaba las fuerzas del orden en la Fuenke.- En uno de esos días que vino la guardia
Nacional al pueblo, vinieron a la casa el jefe de Falanke con dos compañeros y
una pareja de la guardia Nacional de Zakra.-
Querían hablar con el abuelo, pero estaba en
la cama.- La abuela dio permiso para que
subieran a la cama y tuve yo que subir con ellos para que se entendieran.- El comandante del puesto de la Guardia Nacional
me dijo que no me asustara, que solo era hacerle unas preguntas al
abuelo.- El jefe de la Falanke le dijo
al cabo que yo no era un niño cualquiera.-
El cabo de la guardia Nacional me dio un
papel para que lo leyera y le transmitiera al abuelo su contenido, a fin de que
contestara al aquellas preguntas.- Todo
se trataba de que diera nombres de los que nos saquearon, nos maltrataron y
persiguieron al abuelo.- Pero el abuelo
se ahogaba con el asma y la tos y no podía contestar.- Mi abuela estaba presente también.- Solo balbució el abuelo, que lo que yo
contestara era la verdad.- La abuela asintió
con la cabeza.-
En menudo lío me estaban metiendo.- Yo le dije al cabo de la guardia Nacional que
solo conocía a uno que se llamaba el Tuerto, que a su vez hacía de jefe de los
rojos en el pueblo, fue el que me pego en el cuello que aún me duele.- No sé su nombre, lo conocía de vista, le
llamaban el Tuerto porque le faltaba un ojo.-
Los que le acompañaban eran unos tíos barbudos, forasteros.- Le conté todo lo que pasó aquel día, sin
omitir nada, pero sin dar nombres.- El
cabo de la guardia Nacional y el jefe de Falanke se miraron.- Tenías razón, no
es un chico cualquiera, dijo el cabo.-
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