lunes, 30 de noviembre de 2015

MIS RECUERDOS DE LA GUERRA EN MARTE


 

 

SAQUEO O ROBO DE LOS ROJIZOS

                     Los tres, mis dos abuelos y yo estábamos llorando cuando  llegó el Tuerto con sus barbudos rojos cargados de sacos vacíos.-   Venimos a llevarnos grano para el Economato, fueron las palabras del jefe rojo a su llegada.-  Se hizo un sepulcral silencio, hasta la alterada respiración de aquellos sinvergüenzas barbudos se podía escuchar.-  Mi abuelo llevaba rato con los puños apretados y estaba rojo de ira, yo cogido a su brazo y encogido de miedo porque consideraba que los acontecimientos que se iban a dar  eran muy violentos.-  Los rojos habían demostrado en todos sus actos la falta de piedad, de solidaridad, de conciencia y el afán de destrucción económico, sentimental y social.-   Se hizo un silencio embarazoso.-

Mi abuela, una mujer de armas tomar, con su uno noventa de estatura y músculos en tención, se plantó delante del Tuerto, temblando de ira, tendrás que pasar por encima de mi cadáver, vago sinvergüenza, como nunca has sido capaz de ganarlo vienes a robarlo el esfuerzo de todo un año, de trabajos, sudores, lágrimas y esperanzas:  el pan de mi familia, de nosotros.-  Mi abuelo hecho una furia, echaba lumbre, odio por sus ojos ensangrentados, semiencogido hasta el punto de que su uno ochenta de estatura quedó reducido, se asemejaba a un puma a punto de saltar sobre su presa.-  Yo temblaba como una hoja de mimbre, apretando su brazo a ver si conseguía detenerlo.-  La media docena de barbudos forasteros, salvo el Bichica y el Tuerto, armados de escopetas robadas y pistolones daban miedo.-

                   De pronto el puma, mi abuelo, se me escapo del brazo lanzado como un rayo y cogiendo un palo de la leñera que teníamos a los pies, le descargó sus ochenta y tantos kilos de peso al Tuerto acompañados de un buen trozo de olivo, el Tuerto se desmoronó como un azucarillo y cayó a los pies de mi abuelo.-  En principio hubo un tremendo silencio y los esbirros rojos se apresuraron a levantar a aquel Satanás del suelo, sangrando de una herida en la cabeza.-   El silencio se rompió cuando el Tuerto tomó nuevamente la palabra:  ¡matarlo, matarlo, matarlo¡, gritaba entre exclamaciones dolorosas.-  Mi abuela, convertida en una auténtica pantera, se cuadro delante de aquellos diablos que blandían escopetas.-
                    Mi abuelo aprovechó aquel grito de la abuela y se metió en la cuadra de la mula, cerrando por dentro y echando el cerrojo.-  los escopeteros se lanzaron sobre la puerta a empujones todos en masa para derribarla, pero no lo consiguieron.-   El Tuerto gritaba: disparad a la cerradura y lo traéis muerto.-  El equipo rojo dispararon al menos media docena de tiros a la cerradura de la

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