sábado, 31 de octubre de 2015

MIS RECUERDOS DE LA GUERRA

                                         PRIMER MANIFIESTO DE LA GUERRA

                   Mientras los Rojizos disparan a los ciudadanos del pueblo de enfrente, enemigos ideológicos,  a unos veinte kilómetros y les dedican sus mejores recuerdos para sus padres y madres e incluso para sus antepasados como amenaza para que los dioses le envían las más amargas batallas en la guerra, con la promesa de pasar el río y aplastarlos, yo leo el ABC.
                   Por fin llego a algo interesante para mi abuelo, que me dice que lea despacio y alto.-   El anuncio en ABC, Edición Andalucía, que esta noche el general Franco dará un manifiesto por radio para aclarar a los españoles la situación en la que se encuentra España, en todo su territorio.-
                   Mi abuelo me dice que esta noche tengo que ir con él a casa de Pio a escuchar el manifiesto.-  Tengo que aclarar que desde pequeño yo era la sombra de mi abuelo por donde quiera que iba.- Ni oía ni sabía leer, dos cosas que lo inutilizaban para hacer vida normal.-  Yo era su lazarillo (muy lejos de comportarme como el Lazarillo de Tormes) y, le sabía ya transmitir, sin apenas palabras las cosas en abrevio.
Yo nunca decía que no, me había criado a su sombra y para mí era mi propio padre en cariño y él, a su vez, me quería con locura.-  Cuando él lloraba lo hacía yo también, cuando reía lo hacíamos los dos.-  El viejo mulo que nos llevaba de un lado a otro nos comprendía también.-  Pasábamos los días, meses y años subiendo y bajando las pendientes de caminos que existían desde el pueblo hasta las tierras de labranza en.-
Aún sueño a veces con aquella haza de las grandes y fruteras arboledas, muy cerca de un río donde yo iba a bañarme en la temporada de verano.-  Allí, a la sombra de aquel famoso árbol, sembrado por los antecesores de mi abuelo, dormíamos mi Abuelo y yo en verano y me contaba su vida.-  Me la sabía de memoria, pero no me cansaba, me quedaba dormido apoyado en su hombro.-  Mi abuelo tenía una espina clavadita con su hijo, pero un hijo duele, Marci, me decía.-  Y lo que más me duele es que yo no le duelo.-  Yo lloraba y él me acariciaba.-  Los nos consolábamos de nuestras penas



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