NENE-TYLLO Y MARIO
Los dos jóvenes, dieciseis
años a punto y diecisiete hechos Mario, jaleados y un poco pillastres, con
mucho ingenio y amplísimos deseos de divertirse y pasarlo bien en unas
vacaciones tan extraordinarias y que esperaban que no se les dieran mal,
deambulaban callejeando, entrando y saliendo de locales fiestero, no para
beber, si no para ojear hermosas y atrevidas jovencitas.- En uno de los locales, muy lujoso por cierto,
entraron y se dirige a ellos un camarero con un papelito que se lo entrega al
joven Nene, como familiarmente se le llamaba.-
Mientras que se
adentraban entre el numeroso y abarrotado público, desde un alto escaño había varias
manos femeninas que se agitaban con insistencia orientando a los dos jóvenes
hacia ellas.- ¿Tú crees que nos llaman
para sacrificarnos, Mario?.- Yo creo que estas chicas están hasta la coronilla
de los jóvenes de esta ciudad y aprovechan la ocasión que se les presenta para
darles celos.-
¿Y nosotros somos los
conejillos de indias, Mario?.- Ya verán
la clase de conejitos que somos nosotros recién venidos de la gran ciudad y jaleados
por enormes colas de chicas.- Pero si
tengo que hacerme un poco el conejito, mientras dejen entrar en la madriguera
entre los diferentes animalitos, no tengo nada que oponer.- ¿Tú las conoces, Nene?.- Sí, estuvieron algunas de ellas en la fiesta
de bienvenida el día que llegué y me asaetaron a miraditas.-
Hemos llegado al final del recorrido, chico, y
ahora tendrás que hacer las presentaciones.-
Imposible, solo las conozco de un rato y no hablé más de media docena de
palabras con alguna, ni sé como se llaman ni quienes son.- Lo único que se es que si fueron invitadas a
la fiesta de la familia deben ser hijas de altas personalidades de esta ciudad
y por el lujo que llevan no ando equivocado.-
Llegaron al destino
perseguido diciendo ¡hola¡ a voces, porque el ruido era ensordecedor.- Besitos por aquí, besitos por allá, reajuste
de asientos para acomodar a los recién llegados, caras oscas por parte de los
chicos que acompañaban anteriormente a la media docena de hermosas chicas, viendo cómo se les iban de
las manos y cambiaban de cartel por los recién llegados.- ¡Que siga la fiesta, dice Nene-Tyllo¡
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